Al Árbol, por sus frutos lo conoceréis
Son las 13 hrs del día y nos disponemos a presenciar la misa de cuerpo presente del padre de una querida amiga. Durante la misa escuchamos las lecturas y participamos en comunión del servicio religioso que atestiguaron un gran número de asistentes.
Anna Karina (mi amiga) junto con su familia se apostaron a los lados del féretro y allí escucharon de manera atenta el mensaje del ministro que condujo la ceremonia.
Al finalizar la misa,
uno a uno, los hijos del difunto nos dirigieron un mensaje a los presentes para
agradecer nuestra compañía sí, pero
principalmente para compartirnos un poco de quien había sido en vida su padre y de como a lo largo de su existencia se había
ganado el respeto y la admiración de muchos , pero principalmente la de ellos ,
sus hijos .
Y así todos los presentes escuchamos con
voz firme el testimonio de quienes habían llegado a este mundo a causa del
inmenso amor que su padre profesó a su pareja hasta el último aliento.
Y yo pensaba
mientras escuchaba esos testimonios, ¿por qué me perdí de tan maravillosa oportunidad? ¿Cómo fue que mientras estaba vivo no tuve la
oportunidad de conocer más de cerca a tan extraordinario personaje?
Y es que debo confesar que, en muchos años,
no había yo escuchado tal admiración, respeto y amor de una familia entera por
su padre, sus testimonios estuvieron llenos de increíble dulzura y de una
inmensa gratitud.
Pero, fue justo cuando Anna Karina tomó su turno para hablar,
que de pronto me dí cabal cuenta de la grandeza de su padre y de lo valioso que
fue su vida para nuestra comunidad. Y es que, no hay mejor manera de conocer el
legado de una persona que ver a sus hijos. Tal como lo dice el dicho: Al árbol
por sus frutos lo conoceréis.
Así de pronto reconocí que la elocuencia, cultura, honradez,
su singular y exótico sentido del humor, pero sobre todo la enorme generosidad
de mi amiga provenía justamente de ese maravilloso ser a quien en ese momento despedíamos.
Y así, de esa manera, entre música, alegría
y llanto atestiguamos el maravilloso trabajo realizado por ese hombre.
Sin duda, es una
fortuna tener un padre así. Para mí es una gran lección de vida.
Y mientras nos alejábamos del lugar al
despedirnos, pienso en lo alta que está la vara y en lo mucho que tendré que
trabajar para algún día merecer tal admiración y gratitud.