Sunday, January 12, 2025


 

                 Al Árbol, por sus frutos lo conoceréis

 

     Son las 13 hrs del día y nos disponemos a presenciar la misa de cuerpo presente del padre de una querida amiga. Durante la misa escuchamos las lecturas y participamos en comunión del servicio religioso que atestiguaron un gran número de asistentes.  

   Anna Karina (mi amiga) junto con su familia se apostaron a los lados del féretro y allí escucharon de manera atenta el mensaje del ministro que condujo la ceremonia.

      Al finalizar la misa, uno a uno, los hijos del difunto nos dirigieron un mensaje a los presentes para agradecer nuestra compañía sí, pero principalmente para compartirnos un poco de quien había sido en vida su padre  y de como a lo largo de su existencia se había ganado el respeto y la admiración de muchos , pero principalmente la de ellos , sus hijos .

     Y así todos los presentes escuchamos con voz firme el testimonio de quienes habían llegado a este mundo a causa del inmenso amor que su padre profesó a su pareja hasta el último aliento.

      Y yo pensaba mientras escuchaba esos testimonios, ¿por qué me perdí de tan maravillosa oportunidad?  ¿Cómo fue que mientras estaba vivo no tuve la oportunidad de conocer más de cerca a  tan extraordinario personaje?

      Y es que debo confesar que, en muchos años, no había yo escuchado tal admiración, respeto y amor de una familia entera por su padre, sus testimonios estuvieron llenos de increíble dulzura y de una inmensa gratitud.

Pero, fue justo cuando Anna Karina tomó su turno para hablar, que de pronto me dí cabal cuenta de la grandeza de su padre y de lo valioso que fue su vida para nuestra comunidad. Y es que, no hay mejor manera de conocer el legado de una persona que ver a sus hijos. Tal como lo dice el dicho: Al árbol por sus frutos lo conoceréis.

Así de pronto reconocí que la elocuencia, cultura, honradez, su singular y exótico sentido del humor, pero sobre todo la enorme generosidad de mi amiga provenía justamente de ese maravilloso ser a quien en ese momento despedíamos.  Y así, de esa manera, entre música, alegría y llanto atestiguamos el maravilloso trabajo realizado por ese hombre. 

    Sin duda, es una fortuna tener un padre así. Para mí es una gran lección de vida.

   Y mientras nos alejábamos del lugar al despedirnos, pienso en lo alta que está la vara y en lo mucho que tendré que trabajar para algún día merecer tal admiración y gratitud.